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viernes, 2 de diciembre de 2011

Todo esfuerzo, tiene su recompensa...


Permitidme que intente transmitiros y haceros llegar, en la medida de lo posible, un pedacito de mí, algo que la gran mayoría de vosotros desconoce pero que por el contrario forma parte de mi historia; de un pasado no tan lejano.
Es evidente, que como toda persona hoy aquí reunida, la infancia, pubertad y pre-adolescencia transcurrieron en gran parte dentro del ámbito escolar y educativo. Concretamente, en estas etapas  es  dónde quiero centrar mi argumentación, y la quiero centrar haciendo referencia al prototipo de clase de primaria o secundaria, esa en la que todos hemos vivido; en la que podíamos encontrar desde el alumno ejemplar que anotaba en la pizarra el mal comportamiento de sus compañeros en ausencia del profesor, el repetidor abusón e impulsor de malas conductas, pasando por aquella alumna sobresaliente abatida y desconsolada por una calificación de notable alto, sin olvidar por supuesto, aquel compañero rechonchete y graciosillo que amenizaba alguna que otra de las clases, sin importarle las consecuencias siquiera.
Es precisamente, en este último prototipo de compañero en el que me gustaría hacer hincapié en este relato; y no ya por la ejemplificación dada en el párrafo anterior, ya que, que fuera gracioso o no es lo de menos, sino porque lamentablemente a día de hoy se calcula que en el mundo hay más de 42 millones de niños con sobrepeso, de los cuales 35 millones se localizan en los países desarrollados.
Ante tales estrepitosas cifras, se hace evidente la razón por la que los niños suben de peso y eventualmente se hacen obesos, apuntando  directamente al acusado sedentarismo y al incremento de las comidas más allá de sus necesidades.
Pero, ¿Qué hacemos para remediarlo? O ¿Hasta dónde hay que llegar para lograr una concienciación global?

En mi caso en concreto, la predisposición genética no acompañaba, pero siendo realista, tampoco lo hacían mis hábitos en el día a día, ni tan siquiera el tipo de alimentación. No obstante, yo vivía con ello como cualquier ciudadano, cualquier hijo de vecino, o cualquier compañero más; en ese momento, no era consciente de mis limitaciones aunque se evidenciaran en centenares de ocasiones, es más, me atrevería a decir que lo que no era capaz de hacer o realizar, me hacía creer que era por voluntad propia y no porque no lo pudiera hacer realmente. Como supongo que le habrá pasado, le pasa y le pasará, a millones de niños/as en esa situación.
No obstante, tal vez fruto de la explosión hormonal del momento, o coincidiendo también con la acusada etapa del cambio ideológico sobre el cuerpo, asumí dicho problema e hice todo lo posible para ponerme en manos de profesionales en esta materia, ya que nadie de mi entorno veía la magnitud del  problema, tal y como yo. En este caso, una endocrina fue la encargada de llevar mi seguimiento,  que junto a mi sacrificio y fuerza de voluntad, solo tardé a penas medio año en estar en mi peso ideal.
Sin embargo, con el paso del tiempo me doy cuenta que la clave del éxito no estuvo en aquel tipo de dieta de 1.500kcal diarias, ni siquiera en las amenazas y restricciones de aquella doctora con cara de pocos amigos…  Sino, en mí mismo, en haberlo asumido a tiempo y querer poner fin a ese problema a cualquier coste.
Pero nada de esto tendría sentido, si no hiciera referencia al importante papel de la Actividad Física, y de qué manera cambió mi vida.
Es por ello, que el haber pasado por ahí, el poder contarlo hoy aquí, y lo que es más importante, el poder transmitir a futuros educadores del movimiento, un problema con el que van a tener que combatir y la importancia que realmente tiene dentro de nuestro ámbito profesional y educativo, me llena de orgullo y de satisfacción; y creerme de veras que es un gran honor el formar parte de la generación 2010-2014 de la Facultad de Ciencias y la Actividad Física y el Deporte de la ciudad de Valencia.
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1 comentario:

  1. Esperaba una historia más oscura, más trágica, más densa. Me sorprendió que vieras tu pasado gordo como algo natural y, paradójicamente, ligero. Y la idea de voluntad... como intenté hacerte llegar es delicada: yo creo que el problema no es solo o básicamente de esfuerzo. Aunque está claro que quien se esfuerza, como es tu caso, tiene mucho avanzado. Yo diría que hay muchas facetas y cada uno tiene que hacer lo que pueda desde su lado del prisma, pero sin olvidar la complejidad de todo el conjunto. Si hubiera una única solución ya se habría tomado.
    En resumidas cuentas, me dio mucho que pensar.

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